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Lo que aprendí de Simone Elkeles

17 Enero 2025 | Eva Olaya

¡Feliz año nuevo, querida!

¿Aún puede decirse, no? ¡Volvemos a la carga! Hoy la cosa va de viajes. Te llevo a Egipto con nuestra novedad de enero y te invito a viajar en el tiempo, a través de una necrópoils, la que inspiró a Taicha Peñín para escribir Hijos de la ira. Pero antes déjame contarte una cosa.

Lo que aprendí de Simone Elkeles

Me gustaría compartir contigo un pensamiento muy sabio que me regaló hace muchos muchos años una gran autora americana, Simone Elkeles, a la que publicamos en nuestros inicios, allá por el 2009. Ella escribía novelas de género juvenil romántico. Su trilogía más conocida estaba protagonizada por los hermanos Fuentes. Os juro que en Estados Unidos hacía pleno en las presentaciones, daba charlas multitudinarias en institutos…, en fin, lo que tiene ser una escritora superventas de The New York Times.

Estaba haciendo una gira por Europa cuando la trajimos a Barcelona. Ella, encantadora, iba a acompañada de un actor la mar de apañado, Gabriel Chavarría, que actuaba como Luis Fuentes en el booktrailer de Reacción en cadena (hermana, míralo, que no tiene desperdicio). Se lo montaba de lujo, la amiga Simone… La llevamos a conocer Barcelona, a cenar, etc, Pero a lo que iba. Organizamos una presentación en Abacus. Avisamos a la prensa, a los lectores, a los blogs… Pero —giro dramático— se presentaron unas cinco personas. Yo me quería desintegrar, fundirme con la pared, morir. Me agobié muchísimo.

¿Sabes qué me dijo? «Deja de preocuparte; yo voy a decir lo mismo si hay cinco personas o si hay quinientas». La calidad de su discurso no iba a variar en función de la cantidad de gente que tuviera delante. Piel de gallina solo al recordarlo.


Evoco muy a menudo a Simone. Lo hago cuando alguna de nuestras autoras siente nervios en la caseta de Feria del Libro por si no firma ningún libro o se agobia al pensar que nadie irá a su presentación.

También me lo aplico si el alcance de mis publicaciones en redes no es el que yo desearía. Tendemos a pensar en los seguidores como una masa, un número —«¡Ya he llegado a los 10K!»—, pero cada seguidor merece la mayor calidad que puedas ofrecerle.


Lo mismo sirve para los escritores y las editoriales: la calidad de tu trabajo no puede verse comprometida por tus cifras de ventas. Si son reducidas, no te obsesiones o al menos no dejes que sea lo que guíe tus decisiones. Los números acabarán por salir si cuidas con mimo a cada lector y das lo mejor de ti. Recuerda que los libros se venden uno a uno. Y el boca a boca es una estrategia de marketing editorial incontestable, ¿no te parece?

Aventuras y romance en el país del Nilo

A estas alturas ya sabrás que sentimos una especial inclinación por publicar historias originales, ya sea por la trama, por los personajes, por la forma en la que están escritas… Mil millas Nilo abajo es una buena muestra de ello. Si ya de por sí Egipto me parece una ambientación muy atractiva, la singular pareja que forman Farzaneh y Alistair, el humor que desprenden los diálogos, la documentación histórica, y los secretos y supersticiones que esconde la novela, acabaron por cautivarme. Si disfrutaste con pelis como La momia o te encantan las leyendas arqueológicas y andas en busca de una protagonista fuera de lo común, no te la puedes perder. Su autora, Cristina Mestre, te atrapará desde la primera página.

¡Si quieres empezar a leerla, haz clic en la foto!

Cuando el pasado susurra historias, por Taicha Peñín

Hay lugares que guardan secretos durante siglos, esperando a que alguien los descubra. Para mí, ese lugar fue la necrópolis de Cuyacabras, en Quintanar de la Sierra. Allí, donde las tumbas antropomorfas fueron esculpidas en la roca viva, donde cada hueco tiene la forma exacta de un cuerpo que descansó hace siglos, encontré la semilla de mi novela: Hijos de la ira.


De niña, jugaba entre aquellas tumbas que llamábamos «de los moros», aunque mi abuelo, maestro republicano desterrado a aquel pueblo durante el franquismo, insistía en que eran visigodas. Hoy, cuando me recuesto en una de estas tumbas milenarias y observo el cielo burgalés entre las ramas de los pinos, siento que el tiempo es solo una ilusión. Los mismos árboles que hoy custodian estas piedras fueron testigos silenciosos de otras vidas, de otras historias.

*La autora, conectando físicamente con el espacio que inspiró la historia de Zulema*

Fue durante un paseo con mis hijos y sobrinos cuando Zulema, uno de los personajes principales de Hijos de la ira, me poseyó. Su historia surgió entre estas tumbas centenarias que se extienden como un mosaico de la memoria. 


Entre el olor a pino y madera emergieron los lujosos espacios del palacio califal de Damasco, perfumados de azahar y sándalo, la cosmopolita Alejandría, donde cristianos coptos, musulmanes y judíos convivían bajo la luz del Gran Faro. Desde allí, navegué por un Mediterráneo testigo de transformaciones íntimas y cambios históricos, llegué hasta las ruinas de Cartago y el militarizado puerto de Ifriquiya, para terminar en las austeras tierras de Villagodomar, en el norte peninsular.


Aunque un primer borrador acabó en la papelera digital de mi ordenador, Zulema y su familia se habían instalado en mi mente.

*Necrópolis de Cuyacabras (Quintanar de la Sierra), donde las tumbas antropomorfas excavadas en la roca guardan siglos de historia*

¿Cómo conectar el siglo VIII con el Bilbao del siglo XX? La respuesta llegó a través de mis reflexiones sobre la violencia. No la violencia como hecho aislado, sino como una fuerza que desequilibra sociedades enteras. Durante el proceso de escritura, comprendí las inquietantes similitudes entre diferentes formas de violencia estructural: el terrorismo, que busca inducir miedo en sectores amplios de la sociedad eligiendo víctimas simbólicas; y la violencia de género, que pretende mantener a las mujeres sometidas mediante el terror ejemplarizante.


Alba, la historiadora, surge de esta reflexión sobre cómo la violencia terrorista afectaba a las familias vascas, especialmente a los niños. Mientras investigaba y escribía, descubrí que las heridas del miedo atraviesan los siglos con patrones similares, ya sea en el Bilbao de ETA o en la España de la invasión musulmana.


La historia me ha regalado una coincidencia fascinante: mientras Alba, en mi novela, defiende una tesis sobre el origen visigodo de Cuyacabras, las investigaciones actuales sugieren que la necrópolis podría ser del siglo VIII, precisamente la época de Zulema. Quizás no fue coincidencia. Quizás fue Zulema quien, durante los cuatro años de escritura, me guio para contar su historia, susurrándome a través de los siglos que la violencia y el miedo siguen los mismos patrones, pero también la resistencia y la esperanza.


La maternidad, la familia y la resiliencia son los hilos que conectan estas dos épocas aparentemente distantes. Porque al final, más allá del tiempo y las circunstancias, las personas seguimos enfrentando los mismos miedos, alimentando las mismas esperanzas y luchando por proteger a quienes amamos.

¡Eso es todo por hoy! Si has llegado hasta aquí, me encantará que me escribas y me cuentes qué te ha parecido a eva@ed-versatil.com


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